CULTIVANDO EL TERRENO
Para que haya manipulación tiene que haber sujetos predispuestos, vulnerables, a esa
manipulación. Toda mentira necesita de dos actores: el que la cuenta y el que se la cree.
Y para dar cuenta del grado de credulidad en el presente podemos seguir el rastro hasta lo
ocurrido en los primeros tiempos. Al respecto, nos puede servir de ejemplo la propuesta de
Carl Rogers, uno de los pioneros de la llamada psicología humanista. Según este autor, las
personas tenemos una necesidad de aceptación positiva. Cuando, de pequeños, esta
aceptación positiva es incondicional, el niño mantiene intacta su capacidad innata de juzgar
por sí mismo que experiencias le ayudan a crecer o que experiencias lo debilitan. Esto da lugar
a un funcionamiento óptimo y a la congruencia, término empleado por Rogers para describir
cuando la persona acepta todas sus características personales. Si por el contrario, esta
aceptación positiva es condicional, la propia capacidad del niño de juzgar es sustituida por
códigos externos arbitrarios, ajenos a él y muy a menudo contrarios a sus intereses y a la
cobertura de sus necesidades esenciales. A su vez, esto da lugar a la incongruencia, es decir, a
la negación y rechazo de las características personales.
Estamos hablando, en el trasfondo, de si el niño es tolerado y regulado o no, de si su propia
naturaleza es respetada o no, de si es querido tal cual es o no. Cuando esto se da, el niño
mantiene su propio instinto, sus intuiciones, es guiado, como decía la Dra. Maria Montessori,
por un maestro interior, y sabe detectar, distinguir, lo favorable de lo desfavorable, lo que le
ayuda de lo que le perjudica, lo que le conviene de lo que no le conviene, lo cierto de lo falso,
la verdad de la mentira.
Proporcionar pues un ambiente validante, es colocar una primera piedra esencial para
garantizar el establecimiento de una base sólida, en la que el niño primero, y el futuro adulto
después, puedan mantenerse firmes y estables, con su propio criterio, inmunizados en la
mayor medida posible, frente a cualquier tipo de potencial embaucador. Entre las características
de dicho ambiente proponemos las siguientes:
Desgraciadamente, no es este el caldo de cultivo de nuestra sociedad, de nuestra cultura en
general. Más bien, todo lo contrario. Se trata de desarraigar, desnaturalizar, desvitalizar al
individuo para que este se convierta en fácilmente manejable. En definitiva, para que viva en el
exilio de sí mismo. Esta orientación no es coyuntural, es estructural, y atraviesa todas las
esferas y ámbitos de la sociedad, empezando, como es de suponer, por la educación.
Recordemos, al efecto, lo que escribió Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei,
en su libro
Camino: “Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal
consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de
la vida interior. -Por eso es Voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro,
para que, con su luz y conocimiento, nos conduzca a puerto seguro”.
Este sujeto sin brújula, sin referentes, desconectado de su propia naturaleza y de lo que
propiamente es, desorientado y confundido, debilitado, temeroso, incauto, es candidato de
ser pieza de caza fácil de cualquier desalmado, que a su vez, es otro sujeto que se encuentra
en un estado similar, pero que adopta el papel de verdugo en lugar del de víctima.
Este es, ciertamente, un escenario de amenaza, porque no hay nada que deje más indefenso
que no poder contar con uno mismo. Necesitada de seguridad y estabilidad, esa persona
puede estar dispuesta a creer y a hacer lo que sea para poder recuperar un mínimo de las
mismas. Como señala el psiquiatra Bessel van der Kolk “Cuando la gente está desesperada,
hace cualquier cosa para sentirse más tranquila y mantener más el control”. La urgencia de la
necesidad puede hacer que la persona se agarre a cualquier cosa o a cualquiera, incluso a
aquello o a aquellos que la pueden hundir más, incluso a aquello o a aquellos que la conduzcan
al propio sacrificio. En estos tiempos de pandemia pueden verse innumerables ejemplos de
ello de manera diáfana. Mentiras constantes y palmarias son respondidas con acatamiento y
obediencia, incluso aplaudidas.
Más allá de la vulnerabilidad del potencial receptor de la manipulación, existen unas
condiciones, medios y técnicas que facilitan la manipulación, para colonizar mentes. En posteriores entregas haremos un repaso por algunas de ellas.
Francesc J. Fossas. Psicólogo.